viernes, 9 de octubre de 2009

Inauguración Ateneo de Málaga

FUEGOS DE SANTELMO

Exposición- instalación del Ateneo de Málaga

La exposición con la cual inaugura el Ateneo de Málaga su nueva sede está basada en una serie de instalaciones que los artistas invitados proponen como intervención de ese nuevo espacio donde el Ateneo acaba de instalarse, esperemos que de forma definitiva. No podemos olvidar que se trata de intervenciones que tienen como marco un edificio del siglo XVII y que acogió hasta hace relativamente poco tiempo la antigua Escuela de Bellas Artes. Más que de intervenciones, donde se da mayor relevancia al artista en detrimento del espacio intervenido, podríamos hablar mejor de actuación, ya que en esta ocasión el espacio juega un papel muy importante no sólo como medio, sino además como significante material de las instalaciones en el diálogo artístico de cada creador. Este nuevo género de las instalaciones, surgido con las vanguardias históricas de principio de siglo, es en la década de los años sesenta cuando realmente toma su relevancia como género autónomo. Los grandes espacios culturales que se crean y recuperan en las más importantes ciudades culturales, dan la oportunidad a los artistas para abandonar sus géneros tradicionales, ya de por sí bastantes reducidos en cuanto a su capacidad comunicativa al lado de los grandes medios de difusión de la imagen, y emprenden la tarea de entremezclar diferentes artes o géneros e introducir nuevos medios tecnológicos y objetos de todas clases en un único texto o instalación que les permite unos planteamientos y una expresión más acorde con los problemas del espacio, el lenguaje y la imagen que la nueva sociedad global plantea con la fragmentación total del mundo de la vida y de la cultura. Los nuevos conceptos de autor, espectador, espacio, mensaje, y sobre todo, la distancia abismal, virtual, que se crea entre el autor y el espectador al convertirlos el mercado en meros representantes especializados e ideales de sus productos, le resta la eficacia participativa, activa, singular y única que el arte siempre ha tenido en la vida o la vida en el arte, algo que estos nuevos textos culturales intentan recuperar. Pues, al ser productos artísticos no aptos para el consumo masivo ni para su “reproducción técnica”, el sentido se establece únicamente en las relaciones de producción de significado que la propia situación de comunicación genera mientras la instalación permanece presente. Al mismo tiempo, incorporan críticamente la fragmentación en su diversidad de lenguajes y materiales. Un género, por tanto, más cercano a una práctica significante, una actividad o producción de sentido que transforma la creación en una escena donde todo significado establecido es intervenido, instalado de nuevo, actuado. Es evidente, también, que este nuevo tipo de arte ha traído como todo género nuevo, una serie de productos donde “todo valía” por el simple hecho de presentarlo como una instalación, y nadie saber muy bien que se quería decir con ello.

Esta doble lectura de las instalaciones parte del recorrido que el propio espacio propone, lo cual nos lleva a una especie de fenomenología de la instalación. La instalación de Andrés Repiso, Sin título, nos presenta el comienzo, la génesis o el origen por medio de un Tótem o Esfinge de madera donde no existe la voz del hombre, más bien su asombro mudo o silencioso ante la realidad inmediata y desconocida: “el enigma”. Francisco Peinado en su Versos de Rincón nos introduce ya en la figura humana, sin embargo, no sabemos muy bien si es un nacimiento o una muerte, o más bien si es el nacimiento como muerte lo que expresa su instalación de ese hombre colgado por los pies. Para una mirada habitual lo normal sería que el hombre estuviera colgado por la cabeza, bien como un acto voluntario propio o como decisión de algún tipo de justicia superior, pero colgado por los pies sólo puede ser un acto de violencia gratuita. Una inversión, quizás nuestra primera “alienación”. En la siguiente instalación de Joaquín Ivars, Material de paso 0.0027, subimos a un nivel superior del edificio a través de unas escaleras, un camino o espacio bastante prolongado e impresionante por sus dimensiones y altura, en el cual el artista ha colocado unos espejos donde “el hombre” puede verse reflejado, reconocerse como “otro”, saber si efectivamente está vivo o muerto, o bien reconocerse a través de los “otros” también reflejados. Los espejos, como decía Borges, multiplican al hombre, luego el hombre ya no está sólo, su ascenso es más bien el de “una humanidad”, yo y los otros.

En este nivel intermedio del edificio encontramos la instalación de Pablo Alonso Herráiz, La comedia ha terminado; en ella nos enfrentamos con el mundo de la verdad o la mentira, de la realidad o la ficción, de lo imaginario, con “nuestro imaginario”: la fábula del lobo-zorro con piel de cordero. Pero por encima de este primer elemento vemos algo suspendido de nuevo: los trofeos del lobo-zorro están atrapados, muertos, en una red. La fábula, entonces, ya no es sólo nuestro mundo imaginario sino además nuestro mundo ideológico, en el cual corderos que son lobos, verdades que son mentiras nos atrapan en su red y nos convierten en sus presas, sus trofeos o sus cosas. Quizás la “cosificación”, o quizás el animal salvaje y el doméstico, los instintos y la necesidad, el deseo y su represión. Pero aún tenemos que seguir elevando la mirada, pues toda la instalación está hecha sobre el espacio de un antiguo retablo vacío aprovechado como fondo o marco de la propia instalación que el artista ha pintado de un llamativo color dorado, dejando la parte superior vacía, una ausencia que nos resulta significativa. Este “no saber” nos lleva a colocar allí algo por nuestra cuenta, quizás el significado último, total o “absoluto” de la instalación que el artista nos ha dejado abierto para concluirlo y colocar, tal vez, nuestro propio objeto perdido, ausente. Hasta aquí la lectura “fenomenológica”, como no podía ser de otra forma. Cada uno habrá instalado su saber en ese espacio vacío y “sin rostro”. Pero a partir de ahora se impone una lectura crítica que incluya nuestro propio saber, y sabemos que el animal salvaje y el animal doméstico, el zorro y el cordero, los instintos y la necesidad, sabemos y no podemos colocar ningún objeto, una ausencia hacia la que tan hábilmente Pablo Alonso Herráiz, o el arte, (o la lectura) nos lleva: trampa para caer en la red o salir de ella. Si observamos bien, el artista no ha dejado vacío “el fondo” de la instalación, es la propia pared de la Escuela de Bellas Artes, pintada de ese dorado casi sagrado, el objeto que cierra y abre, o viceversa, la instalación. Es entonces el arte el que nos hace entrar o salir en un nuevo modo de relación con nuestro mundo imaginario y simbólico: preguntar o responder a sus trampas-verdades. Si tomamos una cierta distancia crítica, si volvemos sobre nuestros pasos o sobre nuestra memoria inmediata podemos apreciar en aquella otra suspensión invertida, Versos de rincón de Francisco Peinado, su fondo: en verdad el hombre atado de pies y manos es el artista, y su cabeza, que no tiene, está convertida en tubo y conectada directamente a una naturaleza, más bien a un paisaje o bodegón. Comprendemos entonces que el hombre, el artista, está atrapado por las “Bellas Artes” y “la postura crítica” del autor se manifiesta en presentarlo como una inversión o manipulación de la libre creación artística. También la instalación Material de paso 0.0027 de Joaquín Ivars nos conduce a “ver críticamente” reflejado en los espejos la bóveda de la Escuela de Bellas Artes, lo más alto, sus ideas, iluminadas, se reducen a un mimetismo o realismo, un mero reflejo. Igualmente, Sin título de Andrés Repiso nos está “hablando” de ese mundo superior de las “Bellas Artes”, mudas o inexpresivas para ver el misterio o el enigma.

Una vez colocado en ese altar simbólico del edificio nuestro propio y libre juego crítico e irónico, el espacio físico del edificio se reduce. Chema Lumbreras nos ayuda en Pájaros y pajarracos a subir por unas escaleras de reducidas dimensiones que no son precisamente un camino de “rosas”. El “otro” camino tomado parece más doloroso y solitario. Enrique Brinkmann y su instalación La malla duplex sirve de mediación a la última planta del edificio, la más alta, y por sus huellas detrás de la ventana presentimos algo. En este nuevo nivel no existe bóveda, su espacio es plano y rectilíneo, desaparece aquí por completo el espacio monumental y artístico anterior del edificio. Esto obliga a los artistas que instalan sus obras en esta sala a reducir su diálogo a una parte del edificio, a tomar una parte por el todo, sinécdoque que lleva como nombre a Picasso, y que necesariamente “invierte” el diálogo de los artistas con el edificio. Además, ahora podemos comprender mejor la instalación de Enrique Brinkmann. No cabe duda que fue aquí, en esta sala, donde se daban las clases de arte y donde estudió Picasso. La primera instalación que encontramos en esta sala es la de Diego Santos, Esto es un Diego Santos, de Picasso y de Madritte. Consiste en una organización de materiales y objetos antiguos que se utilizaban para las clases de arte; y es, evidentemente, una reflexión sobre la propia pintura, la cual aparece materialmente elaborada dentro de la instalación como un cuadro encerrado en una urna de cristal a modo de exposición. Como hemos dicho, Picasso es el referente de esta amplia sala y aparece en la instalación de Diego Santos en el título que lleva el cuadro, Ce n´est pas un Picasso. En realidad esta instalación es, pues, un homenaje a todos los que estudiaron arte en esta escuela al lado de Picasso, “los otros”, y realizada con los mismos materiales que ellos utilizaron, o más ampliamente un homenaje a todos los artistas o pintores que “no son Picasso”. La instalación siguiente de Rafael Alvarado sí es ya un diálogo directo con Picasso, pues su Guernica está basado en una interpretación del cuadro de Picasso pintado sobre la pared de la sala y una gran cantidad de objetos y materiales de deshecho pertenecientes a la antigua aula de arte. Todos estos materiales abandonados y olvidados no hacen otra cosa que reproducir alegóricamente lo que está pintado en el cuadro de Picasso: una destrucción; pero ahora se trata de la destrucción y olvido del propio patrimonio artístico, un olvido demasiado evidente en Málaga por otra parte, o más en concreto del olvido de Picasso y del propio edificio, o ambos a la vez.

Después de esta amplia sala nos encontramos con un espacio aún más reducido, tres habitaciones donde han sido instaladas otras tantas creaciones. Estas especies de “Project Rooms” nos acercan al arte más actual y su utilización de nuevos medios expresivos. La primera habitación está ocupada por Isabela Palau y su instalación denominada Sombras. Unas cuerdas de colores atraviesan la habitación de pared a pared, y mediante unas luces son proyectadas sus sombras en las mismas paredes: juego de realidad e irrealidad, de materia y sueño, de luces y sombras, gracias a la disposición y altura de las cuerdas sería posible pasar o introducirnos por debajo de ellas y formar parte así de la propia instalación: un espacio participativo, compartido: utópico. José Iranzo ha instalado sus videos y pantallas en la siguiente habitación. Por su Espacios Ausentes II fluyen las imágenes virtuales de escenarios urbanos vacíos, demolidos o desaparecidos, que sólo la memoria o las imágenes podrán rescatar. Espacios que curiosamente la técnica y el progreso destruyen y el arte tecnológico los recupera con un sentido crítico, tecnología que, en esta ocasión, graba nuestro inconsciente tachado, vacío, como huellas descarnadas. Al mismo tiempo se proyectan imágenes de estos espacios vacíos sobre un rectángulo de arena situado en el suelo de la habitación, así la instalación se invierte en su propia estructura al reflejar el significante material, lo significado virtual. Instalación metonímica donde lo proyectado se desplaza hacia la forma de proyección. Isabel Garnelo ha creado en la última habitación su instalación La Lección, donde nos propone una memoria propia que el edificio guarda, con sus propios rostros, ojos y oídos saliendo de las paredes de la habitación, asombrados, tal vez, con lo que puedan ver y escuchar hoy de nuevo.

Este recorrido-lectura por el edificio y sus instalaciones es uno de los posibles trayectos, quizás el más lineal, discursivo y ascendente. Algunas de las instalaciones han variado en su forma y proyecto original. Tal es el caso de la instalación de Joaquín Ivars que aquí hemos presentado, donde los espejos en vez de estar en el mismo suelo de las escaleras se han situado, finalmente, a los lados, instalando en la subida una alfombra de color rojo que nos conduce hasta el final de la escalera donde nos enfrentamos de cara a uno de los espejos. Además, quedan otros artistas que no se han mencionado hasta ahora: Francisco Santana, con su Imagen vulnerada, nos muestra unas imágenes de rostros digitalizados y manipulados creativamente por ordenador; el cuadro de Jorge Lindell, 1685-1750 y el de Antonio Ayuso, Nini; las fotografías que recogen la propia actuación sobre el espacio intervenido de Jesús Marín en La antorcha al oído; y ese impresionante y colorido Fauno danzante que nos recibe a la entrada de la exposición: Última imagen analógica de Reding & Reding, seudónimo de uno de los artistas ya mencionado, nos presenta a ese semidios romano que tiene el tronco y la cabeza de hombre y el resto de cabra, en contraste con el fondo de la pared donde aparecen las siluetas de personajes de otra tradición y otro material. Este Fauno era en la tradición griega anterior Sátiro, semidemonio que junto a las menades acompañaban al dios Dionisos en las fiestas campestres y cortejos “procesionales” o bacanales celebradas en invierno y primavera. Un Fauno portador de unos címbalos que nos recuerda a nuestra fiesta más ancestral y aún viva de los solsticios de invierno y primavera.

Llegado a este punto se puede bajar o subir, recorrerlo en otro sentido; el edificio invita a instalarse de diferentes y variadas formas. Hay salidas, entradas, caminos propios o ajenos que nos conducen en otras direcciones: palimpsesto rico en posibilidades de instalaciones y lecturas, ninguna definitiva, pues al lado, compartiéndolo en silencio, existe “Otro” espacio vivo que permanece indecible, sin intervenir, sin recorrer, sin leer; afortunadamente para todos.